¿Dónde andarás ahora, ángel sin alas?
Recorro tu camino de espinas ,
clavada en la distancia inclemente
que yace entre tu alma y la mía...
Por ti se pregunta mi tiempo,
por ti me responden las ansias...
por ti se remece mi paz,
por ti mi valor se acobarda.
Tus ojos, llevados por un cielo
lleno de luces y sombras,
lleno de juegos sin premio,
con promesas a medias y rotas.
Tus ojos que ya no alumbran
salvo al velo del desconsuelo,
ojos que me dejaron,
ojos que no estuvieron,
¿Dónde andarás ahora, dulce himno a la muerte?
Te fuiste, lleno de codicia,
encumbrando un son a la nada,
lleno de matices dispares.
Dejaste un cuerpo, el mío,
sin nada que lo cobijase
salvo la breve conciencia
de que jamás fui amada.
¡Qué juego fue el tuyo!
A ganador desde siempre,
con una rosa en la mano
para marchitarla a gusto.
¡Qué juego fue el mío!,
dar vuelta en la esquina,
cerrar mis ojos a tu clamor
y tomar otro rumbo.
A veces me arrepentí
quise volver a tu hoguera
y quemarme como siempre,
quemarme como nunca.
A veces te quise avistar
como un faro en la niebla,
hundirme en tu orilla
y olvidar mi cordura.
Pero me digo, ¿de qué historia hablaré
si quererte me hizo perderla
y perderte, recuperarla?
¿De qué vida hablaré?
¿De cuál cariño he de hablar
si sólo tú te lo tuviste,
si en tu show de marionetas
la primera siempre seré?
Y a ratos me lo pregunto,
te pregunto,
lo pregunto,
con un dejo de desazón.
Teniéndote a mi lado,
tan calmo, tan seguro,
mientras te has vuelto nada,
salvo un añejo dolor.
¿Dónde andará tu alma, ángel sin alas?
Porque te veo y no te veo,
me sonríes sin contenido,
me miras a ciegas.
Y has crecido, me dices...
crecido en desamor,
crecido en tozudez,
crecida tu sordera.
Y no deseo volverte niño,
ya no lo eres,
nunca lo fuiste,
nunca lo has sido.
Y quizás tampoco un ángel,
sólo un humano cualquiera
que, con alas de cartón,
se estrelló en el abismo...
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