VI. ¡Tenemos que inventarnos drama! (les presento a mi rol de durazno columnista de un periódico)


Había una vez una pequeña coach llamada Karina que, navegando por YouTube, se topó con un video llamado “El Trap de las Meninas”. Dicho video es un intercambio musical entre la princesa Margarita y el pintor Diego Velásquez, en el cual ella hace uso de una interesante capacidad de hacer freestyle y dice algo así:

“porque yo soy una niña del mil seiscientos
y he nacido en una burbuja llena de privilegios
y la vida en el palacio es muy aburrida,
¡tenemos que inventarnos drama!”.

 Cómo le habrá pegado de fuerte la última frase a la coach protagonista de este relato que decidió bautizar su artículo de hoy en honor a las proezas musicales de la infanta de los Habsburgo y aportar su humilde granito de arena a aquel mensaje tan relevante para todos, vivamos en un palacio, en un departamento o en la casa la abuelita.
 

Es un hecho que habrá drama en nuestras vidas, sea nuestro o no. Podemos estar en el estado más zen de todos y, como un relámpago, sentir que se asoma un hecho insidioso que amenaza con dejarnos mirando la oficina del psiquiatra con ojos de súplica, así como también podemos recibir el drama desde una fuente que no es la nuestra (también conocida como: "aquellas personillas dramáticas de las cuales esta simpática coach escribirá en otra ocasión"). Esto es absolutamente normal y no requiere mayor observación al ser un momento pasajero en el largo relato de nuestra vida, un instante que suele regularse por sí solo y desaparecer entre cosas que nos son mucho más importantes, como comernos una pizza a la mitad de la noche o luchar contra nuestra culpa al descubrirnos perreando involuntariamente ante el hit del momento… el problema se forma cuando toma posesión de nosotros el espíritu de la princesa del Trap y nos creamos esos hechos insidiosos por mano propia, volviéndonos el pasajero favorito de la montaña rusa de nuestra cabeza y no teniendo absolutamente a nadie allá adentro que sea capaz de sacarnos ilesos. El porqué de este hábito da luz a muchísimas respuestas, las que van desde el estar ya habituados inconscientemente hasta el buscar estas situaciones de manera activa por ser “peligrosas”, siendo ninguna muy sana o funcional para nadie, ni siquiera para el que las vive o las busca (algo que también merece no una, no dos, sino una saga entera de escritos de corte filosófico con ribetes conductistas).

Existe otro hecho: el mareo nos golpeará a todos tarde o temprano. Podemos quedarnos dando vueltas por la eternidad, presos de la vorágine de la caída, o salir de la montaña rusa relativamente bien, pero hay ciertos factores que pueden jugar en contra de romper el hechizo del freestyle y que deben ser afrontados de manera consciente:

a) La tendencia a pensar siempre de la misma manera, también conocida como "yo soy así y no puedo quiero cambiar".
b) La falta de voluntad en el proceso, alias "si no sale en cinco minutos, no saldrá nunca"
c) La adicción a la adrenalina que se genera en algunos al exponerse a situaciones “límite”, el dichoso "hay que vivir la vida (paz = aburrimiento)"

La solución más inmediata y, por qué no decirlo, más o menos obvia (¿o no tanto?). 

Si el mareo ya es demasiado y se te ha caído media caballera de tanto desafiar la gravedad, un buen primer paso para hallar la salida sería hacerse una pregunta: "¿de dónde salió todo esta epopeya en honor a las teleseries?". Ya sabiendo el origen, recomiendo escribir qué eventos han surgido como respuesta a esta crucial pregunta, las consecuencias de éstos y si los resultados fueron positivos o negativos al mediano o largo plazo, manteniendo esta información a mano antes de sucumbir nuevamente al hechizo del Trap y sentarnos en otro carrito de recorrido aún más jodido que el anterior. 

Este pequeño ejercicio, si bien es bastante sencillo, nos hace más conscientes del hecho que todo tiene sus repercusiones y nos dará evidencia contundente que no toda montaña rusa merece nuestros mareos, que Margarita se murió hace siglos y que vale más la pena gastar la energía en vivir y no en meterse en situaciones donde sólo hay malas rimas garantizadas. 

Si uno quiere drama, mejor tener una cuenta de Netflix y programar las dosis de emoción desatada, aparte que se puede aprovechar la oferta y ver unas series de humor para complementar el cóctel ;)

¡Hasta la próxima!

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